Revista

IN MEMORIAM

DR. GUILLERMO ARANA ZAPATERO

 

Nació el 21 de agosto de 1929 en la ciudad de Lima. Cursó sus estudios en el colegio Champagnat de Miraflores. Luego realizó estudios preliminares de Medicina en Buenos Aires Argentina y después se trasladó a Madrid-España donde terminó la carrera de Medicina, especializádose en Dermatología en la prestigiosa Universidad Complutense de Madrid.


Hizo cursos de post grado en la "Academia Española de Dermatología y Sifilografía de Madrid" en 1958, también realizó cursos de Medicina Tropical en Hamburgo-Alemania.

Regresó al Perú para volcar sus conocimientos y trabajar en el Hospital Infantil de Bellavista Callao en 1962. También fue médico del Hospital Hipólito Unanue.

Posteriormente, fue médico del Hospital Obrero y profesor fundador de la Cátedra de Dermatología de la Universidad Cayetano Heredia.

Adicionalmente, fue médico de la Clínica Internacional y de la Clínica San Borja.

Fue miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología.

Falleció el 26 de setiembre del 2001 de un infarto al miocardio dejando esposa, Gabriela de Arana y 4 hijos: Alice, Begoña, Gaby y Guillermo III.
Entre sus múltiples aficiones consta la pasión por los deportes: fútbol, carrera de caballos y su gran pasión; el tenis que practicó hasta sus últimos instantes.

Entre los médicos de su especialidad fue el mejor, dedicado en cuerpo y alma a su trabajo y a mejorar el campo de la dermatología en el Perú. Como ser humano tuvo defectos y grandes virtudes entre las que destacan su inquebrantable honestidad y ética. Supo inculcar en su familia valores y principios que continuamente ponemos en práctica. Enseñaba con el ejemplo por lo que su familia está inmensamente agradecida por su legado. Hoy más que nunca sentimos su partida, pero sus enseñanzas y consejos quedan presentes en su esposa, Gabriela de Arana, gran mujer y fiel compañera y sus hijos que tanto lo amaron.

En recuerdo de mi padre, Guillermo III Arana Ibáñez

 


 

IN MEMORIAN

YOLANDA ARELLANO BARRAGÁN
COMO EN UN SUEÑO... LLEGÓ Y SE FUE...

Se trata del Servicio de Dermatología del Hospital Central del Norte del IPSS de la ciudad de Chiclayo. Allá por el año de 1974 se presentó a nuestro servicio, una señorita interna de la Facultad de Medicina de Trujillo, que debía rotar por la especialidad de enfermedades de la piel. Faltarían palabras para describir sus atributos. Desde el primer momento demostró mucho interés y responsabilidad para incorporar dentro de su preparación profesional, lo que le correspondía aprender sobre el manejo del paciente dermatológico. En ese entonces, solo un médico laboraban en el servicio, ya que desde el año de 1963 en que falleciera el jefe del servicio Dr. Mario Bocanegra Espinoza, el autor de esta nota hablase quedado como único integrante. Es Yolanda Arellano, quien con su juventud y entusiasmo, logra inyectar ese algo propio de nuestra especialidad, delicadeza, belleza y arte, características que deben acompañar a todo diagnóstico dermatológico. Su incorporación y adaptación fue tan eficiente, que no tuvimos mayor dificultad en darle la alternativa para distribuir nuestro trabajo, meritoriamente en forma equitativa. En muy corto tiempo los pacientes "preferían la atención de la doctora". Despertamos del sueño, cuando cumplido su ciclo de rotación debería abandonarnos; otros internos que le reemplazaron no lograron llenar el vacío.


Sorpresa nuestra y gran regocijo fue cuando el graduarse de médico cirujano y concursar en la seguridad social solicitara voluntariamente volver a nuestro servicio. Me sentí tan halagado al igual que el personal paramédico que laboraba con nosotros ya que una de las mejores internas que habíamos tenido se incorporaba con tanto cariño y dedicación a seguir la especialización, hecho que nos obligaría y comprometía a robustecer nuestros conocimientos para no defraudar a tan entusiasta colaboradora. Al año siguiente, debiendo tomar mis vacaciones, no hubo mayor reparo de las autoridades, en otorgarle oficialmente por resolución directoral la encargatura de la jefatura del servicio, era tal la confianza y respeto que inspiraba su comportamiento que garantizaban en todo sentido el funcionamiento del servicio.

Su juventud y anhelo de superación le motivaron solicitar licencia para concurrir a eventos de la especialidad en el extranjero. Así tuvo oportunidad de viajar a Argentina, Paraguay y Colombia como también a los congresos que por estos años se realizaron en el país, con los resultados a esperarse en beneficio de nuestros pacientes y respaldo en categoría para nuestro hospital.

Era motivo especial de admirar su decencia, sociabilidad y colaboración que era muy solicitada para integrar comisiones a todo nivel. Su reconocida responsabilidad, fue motivo para que estando vacante la Jefatura del Departamento de Admisión e Historias Clínicas a pesar de ser una de las profesionales más jóvenes se le propusiera hacerse cargo de dicha sección; muy apenada nos consultó, dado que era un ascenso más en su galopante carrera, no tuvimos ningún reparo en dejar que aceptara. Poniendo cierta condición me dijo: "Doctor yo no quiero abandonar la dermatología, permítame tener mi consultorio externo", petición que le fue concedida.

El tempo transcurría y tenía ya los méritos suficientes para solicitar su reconocimiento por la via no escolarizada pero por las exigencias del trabajo, la lejanía de Lima no lo hacía. En una de las jornadas de dermatología realizada en nuestra ciudad con la presencia de los Drs. David Carrizales y Luis Valdivia Blondet, destacó una vez más toda su magnitud, como profesional y como amiga; fue la engreída del certamen lo que motivó para que despertara el interés de los colegas visitantes.

Sucedió inesperadamente lo que tenía que suceder. Callada y meditabunda se le vela en su consultorio, lo que dio lugar a que sospecháramos le estuviese ocurriendo algo muy íntimo y personal que no nos atrevimos a preguntar. A solicitar licencia por un tempo indeterminado, nos sorprendió la comunicación fatídica de sus amigas cercanas, que estaba delicada de salud y con una afección incurable por la cual tenía que someterse a tratamiento agresivo. A mejorar después de algunos meses trató de volver a laborar lo hizo pero no por mucho tiempo, así un día 28 de abril del año 1998 nos dejó para siempre. Se perdió una esperanza mis en nuestra familia dermatológica. Fue dermatóloga por que ejerció la especialidad con mucho amor y dedicación. Es justo que se le reconozca y recuerde merecidamente, aunque como en un sueño llegó y se fue.

Dr. José Ruiz Agüero

VOLUMEN 11

1 2 Sup.

Volumen 11, año 2001
Número 2

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